Muchos padres quieren que su niño empiece a caminar lo antes posible. Sin embargo, debemos darle su tiempo para no interferir en su desarrollo y no intentar adelantar los primeros pasos, hacer caminar al bebé de forma precoz puede ser contraproducente.
Por norma general, el inicio de la marcha autónoma suele ocurrir en torno a los 12-13 meses y se considera normal hasta los 15 o incluso hasta los 18 meses.
El gateo, es normalmente la etapa anterior a caminar y suele parecernos una etapa sucia y peligrosa (el niño está todo el día en el suelo), lo consideramos un mero trámite hacia la postura erecta. Por eso, a la mínima señal nos empeñamos en que el niño camine, en lugar de volver al suelo. Pero gatear no es en absoluto un trámite, sino una etapa muy beneficiosa. Y es que andando a cuatro patas se estimula la musculatura paravertebral (además de abdominales y lumbares), dos potentes haces de fibras a ambos lados de la columna que le ayudarán a mantenerse erguido.
Según muchos profesionales, el gateo es necesario para aprender a caminar bien y a mejorar la coordinación motora, ya que con él se amplía progresivamente el campo visual. Los bebés gateadores podrán sentir las diferencias entre distintas superficies y texturas, así como los cambios de desnivel en cualquier lugar. Además y, sobre todo, se conectan por primera vez de forma explícita los dos hemisferios cerebrales gracias al movimiento cruzado de brazos y piernas típico del gateo.
Si se pone de pie, ¿es ya la hora de caminar?
Ponerse de pie agarrado a un mueble es algo que hacen todos los bebés incluso antes de gatear. Es mero ejercicio y les encanta, sienten el suelo bajo sus pies, notan su propio peso, y sienten que se elevan. Lo hacen mil veces y no significa que el bebé empiece a caminar, es parte de su ejercicio.
Los bebés deberían desplazarse en cada momento de la forma en que puedan hacerlo por sí mismos. Los estudios realizados por la pediatra Emmi Pikler en Budapest ,reflejan que la supuesta ayuda que les ofrecemos para levantarse, resulta ser una traba y dificulta alcanzar la autonomía y la postura correcta.
¿Con o sin zapatos?
Otro gran error es pensar que el bebé anda gracias a los zapatos, o al refuerzo que los zapatos le brindan. Una gran suela puede sostenerlo de pie y si le agarra el tobillo (pensamos), va más seguro. Pero no es así y hoy en día está totalmente desaconsejado. De hecho, se recomienda que el bebé empiece a andar descalzo o con calzado que se parezca a estar descalzo, es decir, que permita al pie en cada paso hacer todo el recorrido (desde el talón al dedo gordo), en lugar de tener que dar pasos en plancha.
Si el bebé no es capaz de mantenerse de pie sin zapatos, sobre sus apoyos, entonces no está ni mucho menos preparado para sostenerse. El refuerzo del zapato es contraproducente en un pie inmaduro: si el zapato sujeta el tobillo, éste se debilita, deja de hacer parte de su función y más tarde tendremos un tobillo débil, tendente a esguinces. Todo lo que hace el zapato deja de hacerlo el cuerpo.
Recuerda respetar cada etapa del crecimiento de tu hijo, y ten siempre en cuenta que cada niño es diferente y tiene su propio ritmo. Sin embargo, ante la duda o el temor de que algo no ande bien, siempre recurre a la opinión de un especialista.
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